«En la encrucijada de la transformación cultural». Artículo del presidente de CEA. Agenda de la Empresa.

 

5 de noviembre de 2020.

Es una convicción extendida entre los expertos y ha permeado en los ciudadanos de a pie: la pandemia ha acelerado cambios sociales que, de forma ineludible, estaban por llegar. La COVID-19 ha “velocificado” los tiempos, si me permiten acuñar este verbo, otorgando al teletrabajo, las reuniones online y el ocio y el consumo a través de plataformas digitales un protagonismo insospechado en el calendario de 2020 allá por enero.

La primavera nos empachó de digitalización, que fue obligada y perentoria por el confinamiento. Las pymes y los autónomos más afortunados pudieron robustecer sus negocios con nuevas facetas online y en red sin las que su alternativa era una condena de cierre. Ya en este otoño, algo reconstituidos en lo que a la conciencia de la urgencia tecnológica se refiere, afrontamos el desafío de no bajar la guardia ante el virus y, a la vez, vacunarnos contra el miedo a un salto digital definitivo. Este traerá más certidumbre y confianza de los mercados a medio y largo plazo.

Inmersos como estamos en el ojo de este huracán de la innovación digital, es imprescindible que la Administración Pública encienda las luces largas. Entiéndase por esto que debe desplegar una vocación de liderazgo, de guía para empresas y ciudadanos. Con la amplitud de miras de quien es consciente de que la revolución digital es una Revolución Cultural; una transformación global, en los hogares y en la generación de riqueza. Cuando el mercado de trabajo tiende inexorable a la dualización, la Administración ha de ser flexible e inteligente como nunca antes.

Los empresarios andaluces, alineados con CEOE, sostenemos que la sociedad digital ha de ser la gran apuesta europea por la recuperación. Desde la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), insistimos en que un Mercado Único Digital Europeo es la llave para promover la trasformación digital de los sectores productivos. Y el mismo conlleva más inversión en I+D+i, más alfabetización digital desde las escuelas y una Administración moderna, no congestionada.

Con el horizonte de 2025. Lejos de ir a rebufo, España debe instalarse entre los líderes europeos de la digitalización, escalando hasta los veinte primeros puestos del índice NRI (Networked Readiness Index) del World Economic Forum. Hoy nos ubica en la posición 35 de 139 países. Pudiera parecer esta una buena posición, mas no lo es tanto si atendemos a que esta comparativa incluye economías de todo el planeta, de países mucho menos desarrollados que el nuestro.

Alcanzar el mencionado objetivo de digitalización en el umbral del año 2025 se traduciría en un indudable aumento del PIB y en la creación de puestos de trabajo.

Así, y siempre a la luz del Diálogo Social, serán los líderes políticos quienes impulsen los cambios normativos. Cambios también institucionales que salven las brechas para la digitalización.

¿Podríamos resumir esta visión en cuatro palabras? No es tan difícil encontrarlas: Prioridad para el Estado. Dado su impacto en la vida cotidiana de las familias, en la actividad económica, los empresarios abogamos por un acuerdo político de digitalización. Un pacto que esté coordinado con la Estrategia Europea de Digitalización para 2025.

Escudriñando nuestra Comunidad, la futura Agencia Digital de Andalucía puede ir en la dirección acertada. El Consejo de Gobierno de la Junta acaba de dar luz verde a su creación, que saludamos por el impulso a la digitalización que representa. Aglutinando a personal de las distintas consejerías y con el compromiso de no suponer un aumento presupuestario, está llamada a ser un instrumento autonómico útil para adelgazar la brecha digital en trámites, hogares y centros de trabajo.

No obstante, la clave de bóveda se encuentra en cómo conseguir que sean las propias administraciones que van a tutelar el proceso, las que se transformen y se automaticen de manera transversal, pues aún siguen gestionando como si nos encontrásemos en pleno siglo XX. Registros de entrada, papeles a mansalva, trámites innecesarios y una tediosa e insufrible burocracia.

¿Cómo es el trabajo del futuro? En cualquier caso y mientras proyectos como este se concretizan, el antes mencionado Diálogo Social, -vertebrador, como insistimos desde CEA-, tendría que verse reforzado con un nuevo debate sobre los efectos de esta revolución digital y social en el empleo. ¿Cómo es el trabajo del futuro y cuál es el futuro del trabajo? Debemos preguntárnoslo. Fruto del consenso y de la atención específica desde el Congreso, el diseño de macroproyectos tractores transversales de automatización aceleraría el liderazgo digital de España.

Como ven, no son pequeños los objetivos. Tampoco imposibles. La pandemia nos ha sacudido, con la oportunidad intrínseca de hacer de las nuevas necesidades una virtud empresarial: adaptación, flexibilidad. Resiliencia.

En esa anhelada conciencia de Estado, el impulso de las vocaciones STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) es capital. En la era COVID-19, evitar la brecha entre lo demandado por el mercado laboral y lo elegido por los jóvenes apuntalará la inevitable transformación cultural. Es perentoria. Inevitable.

Javier González de Lara y Sarria. Presidente de CEA.

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